En el Perú, una creencia distinta recorre los campus: las universidades son las tumbas de los deportistas. Pero, ¿Son realmente incompatibles el sudor y los libros?, ¿Qué tan grande es la fosa entre el aspecto académico y el ámbito deportivo? Para desterrar estas interrogantes, El Caleta hizo ‘footing’ hasta las universidades para conversar con los protagonistas.

Richard Araujo (24) cursa el último ciclo de Ingeniería Económica en La Agraria ((UNALM)) y cree que haciendo deporte los estudiantes sudamos nuestros problemas. Con su talento en la oficina, él brinda soluciones integrales a empresas y lo hacía también, hasta hace un par de años, en la selección de fútbol de su universidad, con certeros cañonazos que encajaba en los arcos rivales. En el 2006, Richard viajó a Trujillo para participar en las famosas ‘Universiadas’ –los Juegos Nacionales Universitarios que se celebran desde 1936 y que organiza bianualmente la Federación Deportiva Universitaria del Perú (FEDUP)–.

“Todo era un desastre. Lo único que nos ofrecieron fue pagarnos el pasaje. La comida corría por nuestra cuenta y recuerdo que los propios jugadores tuvimos que conseguir un auspicio”, confiesa Richard.

Pero ‘faulear’ a los deportistas no parece ser una táctica exclusiva de las universidades nacionales. Víctor Vallejos tiene la edad de Richard, juega también como delantero y cuando ingresó a estudiar ingeniería en ‘La Cato’ ((PUCP),), creía poder tranzar goles por horarios preferenciales u algún otro beneficio.









Hoy, con el ‘mata gente’ que la PUCP aplica a sus deportistas calificados –pues los esfuerzos de su jefatura de deportes se orientan basicamente a masificar el deporte– Víctor confiesa ya no sentirse motivado para vestirse con la camiseta azuldorada de La Cato.

¿Es conveniente entonces ser deportista en la universidad?

En La de Lima (UL), universidad que le arrebató el sexto campeonato consecutivo a La San Marcos ((UNMSM) ) en las últimas Universiadas de Tacna (2008), sí parece un buen negocio. Según su rendimiento, sus deportistas pueden acceder a créditos beca, cómodas instalaciones deportivas y entrenadores de reconocido nivel (similar es la figura en la Richi, URP)

En La San Marcos, en cambio, no parece tan bacán vestirse de corto. Pese a las decenas de estudiantes que son seleccionados nacionales y al profundo orgullo por la universidad que lucen los sanmarquinos en cada competencia, ellos deben conformarse con un dudoso beneficio: la atención preferencial en los comedores universitarios.

“La ley estimula la práctica deportiva, sin embargo, pocas autoridades universitarias entienden que se trata de una actividad que mejora nuestra calidad de vida.”, afirma Víctor Quispe, asesor de la FEDUP y ex Jefe de Deportes de La San Marcos.

Patas de las Sedes Sapientiae (UCSS), me cuentan que ingresaron directo por ser deportistas destacados. No obstante, Eduardo Ramírez Lenci, Presidente de la FEDUP, cree que no es suficiente dar ingresos directos a los deportistas:

“Los deportistas de alta competencia deben tener un profesor consejero en la universidad que los ayude a planificar su avance curricular”, afirma Lenci.

¿Es posible entonces romperla en las canchas y a la vez en las aulas?





Creo que debemos distinguir hasta cuatro niveles: los atletas olímpicos, los atletas bolivarianos, los deportistas de las Universiadas y los que, simplemente, lo hacen por deporte, pues todos ellos requieren preparaciones distintas.





Las recientes participaciones olímpicas en Beijing (2008) de la pesista Cristina Cornejo (23), diplomada de educación en la universidad Sedes Sapientiae, y el luchador grecorromano Sixto Barrera (24), estudiante de Educación Física en La San Marcos, pueden cantarnos la engañosa arenga de que “¡Sí se puede!”.

Parece que hay un efecto dominó:
1. Las universidades peruanas no promueven una verdadera cultura deportiva (pese a lo que reza la ley 28036).
2. Las universidades no planifican políticas deportivas: beneficios, infraestructura, prioridades académicos.
3. Es difícil (no imposible) ser un buen estudiante y, a la vez, un deportista destacado.

Claro que algunas universidades se las ingenian para alcanzarles beneficios a sus deportistas y eso es chévere. No obstante, El Caleta cree que en el imaginario de las autoridades universitarias, el deporte –tanto a nivel recreativo como a nivel competitivo– sigue siendo una piedra en la carrera, un estorbo antes que un complemento ideal para los estudios.





Mientras no se destierre este estereotipo, las Cristinas y los Sixtos serán rarezas, inusuales sobrevivientes en campus donde prometedores talentos guardan, prematuramente, sus uniformes deportivos en el casillero del pasado.








¿Tu qué piensas?

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